— julio 18, 2022 a las 1:57 pm

Tarata y La Cantuta, treinta años después

Por

Andina

Escribe Wilfredo Ardito Vega

Han pasado ya 30 años desde que estalló el coche bomba en la calle Tarata y se produjo la desaparición y el asesinato de los estudiantes de La Cantuta.

Lo más lógico y comprensible habría sido que se desarrollara una conmemoración conjunta recordando a quienes fallecieron en ambos hechos con la participación de todas las autoridades y organizaciones sociales.

No ha sido así. Treinta años después, la mayoría de limeños ha preferido seguir su vida con normalidad. No es solamente el deseo de recuperar el tiempo perdido después de tantas privaciones ocasionadas por pandemia y la cuarentena. Antes de la pandemia ocurría lo mismo: los aniversarios de esos crímenes pasaban desapercibidos.

De otro lado, la mayoría de quienes recuerdan a los fallecidos por un crimen tienden a olvidar a los fallecidos en el otro. Es más, algunos de quienes deploran las muertes de Tarata consideran que los estudiantes asesinados en La Cantuta se lo merecían por “terroristas”. Y, lamentablemente, en estos tiempos hay también quienes creen que es inadecuado sentir empatía cuando sufre alguien con más dinero o de rasgos europeos porque es un “privilegiado”.

Días después del coche bomba de Tarata, muchos vecinos de Villa El Salvador acudieron a una marcha en solidaridad con los vecinos de Miraflores. Se trató de uno de esos gestos que iba más allá de las diferencias sociales y económicas y es un ejemplo digno de ser imitado. En realidad, hubo muchos otros ejemplos de heroísmo, valentía y solidaridad que merecerían mucha más atención.

Quizás una de las razones por las que la mayoría de peruanos prefiere no pensar en los años del conflicto armado es porque la narrativa de las ONG y la CVR enfatiza el sufrimiento y no la valentía de muchísima gente, profesores universitarios, dirigentes estudiantiles, autoridades, líderes sindicales que rechazaron la violencia.  En un país donde pareciera que para pensar en referentes éticos hay que remontarse a Miguel Grau, tenemos a muchas personas más cercanas que podrían servir de ejemplo.

Los crímenes de Tarata y La Cantuta demostraron un desprecio absoluto por la vida humana y fueron cometidos por peruanos como los que están leyendo estas líneas. Por eso, me atrevo a señalar que, aunque los perpetradores se consideraban muy distintos coincidían en el mismo razonamiento: para ellos era necesario matar personas para lograr que triunfara una causa. La revolución comunista o la seguridad nacional eran más importantes que la vida de sus compatriotas.

Seguramente no se consideraban a sí mismos como criminales, sino que estaban luchando por su país y pensaban que, si triunfaban, serían vistos como héroes.

La pregunta es entonces, ¿qué hacemos para evitar que entre nosotros se desarrollen sentimientos de intolerancia, odio y desprecio por la vida del otro? ¿Qué hacemos para controlar que las causas éticas en las que creemos no se conviertan en otras formas de intolerancia?

La lucha contra la discriminación, la defensa de los derechos humanos, la preocupación por el medio ambiente, la familia, la libertad o la justicia pueden terminar distorsionadas, como ha pasado en otros países. No olvidemos todo el daño que, a lo largo de la Historia, han cometido los que estaban convencidos de que sus actos eran los más justos.

En algún momento, en quien comete crímenes «necesarios» se produce una insensibilización frente al sufrimiento humano. Sucedió así con los senderistas, con el grupo Colina, pero también sucede con los justicieros de las redes sociales. Sucedió también con los ronderos de Pataz, que torturaron cruelmente a siete mujeres «por el bien de su comunidad» y sucede también con quienes ante estas torturas prefirieron mirar a otro lado, porque siempre hay que ser solidarios con los pobres, aunque torturen personas.

Entonces, entendemos que los asesinos de Tarata y La Cantuta no eran seres de otro mundo y que no es imposible que otros peruanos se conviertan en criminales como ellos. Por eso es tan importante recordar a sus víctimas.

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