— abril 26, 2016 a las 6:40 am

Ni de izquierda ni de derecha, el ordenamiento territorial es un instrumento de gestión imprescindible en el mundo de hoy

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Escribe Ana Leyva

Le pregunté a mi hijo de 12 años qué caracteriza al distrito de San Isidro,  me respondió que su organización y orden. “Tiene una buena distribución de casas, pistas, semáforos, centros comerciales y tiendas. Me gustan sus numerosas áreas verdes, el malecón amplio y cuidado  y que los edificios de la zona residencial guarden armonía unos con otros, que no sean  muy altos, a lo sumo de cinco pisos”.  Estas características de San Isidro, que las puede percibir todo visitante, es el resultado de su ordenamiento territorial.  A diferencia de otros distritos, en San Isidro el ordenamiento territorial se respeta.  El plan urbano distrital se aplica de manera estricta y la proyección de desarrollo al 2022  es muy clara: “un distrito consolidado con alta calidad de vida ambiental residencial, es un referente cultural, administrativo, financiero de calidad que promueve un desarrollo urbano sostenible con el uso eficiente del suelo, manteniendo sus áreas verdes y condiciones ambientales”.

La valoración que San Isidro tiene del  ordenamiento territorial se expresa en su política ambiental  del 2010, en la que se plantea como lineamiento  la promoción del ordenamiento territorial, “garantizando un desarrollo urbano ordenado y seguro, que contribuya a la generación de una adecuada calidad de vida y condiciones socio-ambientales saludables”. Esta experiencia contrasta con otros distritos que no le dan mucha importancia a la planificación territorial y que por tanto, flexibilizan sus normas para permitir que abunden edificios muy altos, de unos 20 pisos, que frecuentemente rompen la unidad paisajística de un lugar y generan colapso en los servicios por el incremento no planificado de la población. Pero además, estos distritos con esa forma de crecimiento no han tenido reparo en reducir o privatizar  el espacio público, dejando pocas áreas libres para el esparcimiento y las actividades culturales,  llenando de cemento su territorio. En la ciudad Lima, son pocos los distritos que cumplen con el mínimo de área verde para garantizar una vida saludable (nueve metros cuadrados por persona). La mayoría no pasa de tres. Además, en varios de ellos se ha construido edificaciones en lugares inseguros y  el  sistema vial es ineficiente para cumplir un rol articulador de la ciudad. Por lo tanto,  el accionar de estos distritos nos trasmite una imagen de caos.

Volviendo a San Isidro, y destacando intencionalmente los contrastes,  llama la atención que este distrito mediante su ordenamiento territorial busque principalmente, en 10 años mejorar la calidad de vida del vecino en armonía con el ambiente. También pone por delante brindar cultura y junto con ello afianzar su carácter de centro financiero del país. Para lograrlo, deja en claro, que  no se puede sacrificar las áreas verdes, el malecón, la zona franja costera, las zonas de reserva ecológica, etc. En conclusión, en San Isidro, la inversión económica se somete a reglas para que el distrito siga siendo confortable para sus vecinos y ello no ha impedido que siga creciendo.

Por lo tanto transformar los espacios que tenemos de manera planificada para una vida mejor, no es malo ni peligroso como nos quieren hacer creer. Lo ha hecho Bogotá transformándose en una ciudad bella que atrae turismo y  en donde sus habitantes se sienten contentos con su ciudad. Europa creó el ordenamiento territorial  después de la Segunda Guerra Mundial y lo vienen usando en la zona urbana y rural. España, por ejemplo, en su Ley Texto Refundido de la Ley de Suelo señala que la ordenación territorial y urbanística son “funciones públicas no susceptibles de transacción que organizan y definen el uso del territorio y del suelo de acuerdo con el interés general, determinando las facultades y deberes del derecho de propiedad del suelo conforme al destino de éste”. Para los españoles está claro que el ordenamiento territorial tiene un carácter regulador del uso, que nadie pone en duda. Ello le permite a las autoridades hacer cumplir la ley y por eso España es un territorio ordenado.

De esta ley, un  artículo que me pareció muy ilustrador para lo que estamos afirmando es aquel que señala que “Las instalaciones, construcciones y edificaciones habrán de adaptarse, en lo básico, al ambiente en que estuvieran situadas, y a tal efecto, en los lugares de paisaje abierto y natural, sea rural o marítimo, o en las perspectivas que ofrezcan los conjuntos urbanos de características histórico-artísticas, típicos o tradicionales, y en las inmediaciones de las carreteras y caminos de trayecto pintoresco, no se permitirá que la situación, masa, altura de los edificios, muros y cierres, o la instalación de otros elementos, limite el campo visual para contemplar las bellezas naturales, rompa la armonía del paisaje o desfigure la perspectiva propia del mismo”.

En el Perú,  de espaldas a lo que sucede en el mundo, seguimos debatiendo si el ordenamiento territorial es vinculante o no y a ello nos conduce el propio Ministerio del Ambiente. El ordenamiento territorial como se puede apreciar, no es de izquierda ni derecha,  es un instrumento útil para transformar y organizar el territorio hacia los objetivos de desarrollo que una sociedad se propone, como lo hace sin temor y con decisión, el distrito de San Isidro.

Por lo tanto,  por miedos estamos desechando un instrumento que es útil en el mundo de hoy. El más frecuente, el miedo a que se frene las inversiones: inmobiliarias, mineras, petroleras, etc. El ordenamiento territorial orienta la inversión y le pone reglas sobre su ubicación y crecimiento en el espacio.  Si miramos fuera de nuestras fronteras, veremos que ordenar puede ayudar a aumentar la rentabilidad de los negocios,  y al mismo tiempo mejorar la calidad de vida de los habitantes de un lugar, concertando a partir de los  fines y objetivos de la sociedad,  los distintos intereses de los actores que disputan ahora y lo harán en el futuro,  el espacio que habitan y comparten.

¿Por qué nos tenemos que conformar con que el caos y el desorden gobiernen el territorio que habitamos, imponiéndose quien tiene más poder?¿Por qué es un pecado aspirar a que la organización y transformación del territorio ayude a que todos los peruanos tengamos una vida más agradable, en donde podamos convivir en paz?

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