Escribe Eduardo Zegarra
La figura del alcalde Luis Castañeda es un producto típico de la crisis institucional, política y moral que sigue aquejando a nuestro país en las últimas décadas. No por casualidad hay enormes similitudes con figuras como Alberto Fujimori, de un lado, o la de Alan García del otro lado (de la misma moneda). Caudillos ambiciosos, sin escrúpulos, y dispuestos a desfalcar al escuálido Estado Peruano para sus propios fines políticos y personales. Estos personajes construyen una imagen mediática de “hacedores”, de “constructores”, que están con los pies en la tierra “haciendo obras” y dándole a la gente lo que esta pide y necesita. Son estructuralmente clientelistas y no se sienten sometidos a controles ni de otros actores políticos, ni menos de estructuras partidarias que en realidad terminan siendo cascarones electorales para uso personal.
Digo esto porque aún muchos se extrañan de la alta popularidad del alcalde, pero es lo mismo que podemos decir sobre la alta popularidad del ex presidente en la DIROES, o que Alan García haya sido re-elegido presidente luego de haber casi destruido el país en los 80. La estructura política e institucional que tenemos genera y se retroalimenta de este tipo de caudillos clientelistas y corruptos. Y obviamente esto es consustancial a los intereses de los grupos de poder económico y de la élite rentista que tenemos. Esta élite es la que realmente manda desde sus medios de desinformación y manipulación, desde la captura de diversas instituciones públicas que sólo velan por la estabilidad de dichos intereses. Cualquier amenaza a estos intereses son brutalmente aplastados por la maquinaria mediática y política que ya todos sabemos cómo opera.
En este marco, el alcalde del cemento, Luis Castañeda, enfrenta por primera vez en su larga trayectoria como alcalde de Lima (van casi 10 años), una crisis de magnitud que podría terminar llevándolo a la cárcel (el anterior latrocinio de Comunicore en su gestión contó con la complicidad de malos sectores en el Poder Judicial para excluirlo del caso). Lo ocurrido con el proyecto Rio Verde de la gestión de Susana Villarán puede perfectamente calificarse como un asalto a los recursos públicos en complicidad con la constructora brasileña (OAS). La estratagema está documentada en intercambios entre el jefe de OAS (con condena de 16 años por corrupción) y una diligente emisaria del señor Castañeda. El desfalco ha sido tan descarado que incluso los recursos destinados a reubicar a la comunidad Shipiba de Cantagallo (10 millones de soles para el proyecto y un terreno comprado), fueron sustraídos para financiar un Bypass inútil y totalmente sobrevalorado (esta obra castañedista debe tener costos totalmente inflados, tema que debe ser parte crucial de una investigación fiscal y de contraloría).
La reacción de Castañeda frente al trágico incendio que terminó con las viviendas de 2,000 personas y de la comunidad Shipiba no puede ser más decidora del estilo descarado de este personaje. Salió a decir el viernes del incendio que éstos habían sido engañados, ¿por quién? Por la gestión anterior pues. Rápidamente un medio televisivo puso la pregunta ¿cree usted que la gestión anterior engañó a los Shipibos? Al día siguiente un estupendo reportaje de Daniel Yovera descubriría ante la ciudad que quien había estado engañando vilmente a la comunidad Shipiba había sido la propia gestión de Castañeda, que en marzo de 2015 había firmado una adenda para que el terreno de Campoy de los Shipibos fuera rematado, ¿para qué? para aumentar el tamaño de la “chanchita” del Bypass. Los niveles de inhumanidad, cinismo e inmoralidad del personaje quedaron en evidencia. Claro que el manejo mediático de este tremendo ampay sigue aún los canales tradicionales de no hacer tantas olas, pero la evidencia es tan abrumadora que tarde o temprano Castañeda tendrá que rendir cuentas.
Y veamos algunas continuidades entre Castañeda y sus clones Fujimori y García. El fujimorismo siempre busca echarle la culpa de sus corrupciones a otros (antes era el terrorismo que había que enfrentar, ahora son Nadine y Humala, pronto será PPK y su ex asesor Moreno). Castañeda hace lo propio siempre, echarle la culpa a la gestión anterior de sus propias tropelías. Ya lo hizo con Andrade (a quien acusó sin pruebas de corrupción), y lo hace con desparpajo y abuso con Susana Villarán. A Susana quiso destruirla no sólo con una revocatoria mafiosa y paralizante, sino con una campaña de medios que permanentemente la llamaba vaga e incapaz. Estos son los métodos que usa también Alan García, que se sumó entusiastamente a la revocatoria (incluyendo favores desde el JNE de Sibina a los revocadores). Para cambiar nuestra ciudad y nuestro país tenemos que dar la pelea grande, la del cambio de sistema político e institucional. No podemos seguir con lo que tenemos, que nos condena al atraso, la corrupción y el embrutecimiento de nuestra política. Ya empezamos con Habla Castañeda y seguiremos con propuestas y nuevos liderazgos para Lima muy pronto.
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