Por Wilfredo Ardito Vega
No es necesario usar una pistola para matar a un anciano. No es necesario usar un puñal. Basta negarles el acceso a la vacuna contra el COVID19. Ese es el peor legado de Pilar Mazzetti, la exministra de Salud envuelta en el escándalo de las vacunas clandestinas, legado que mantiene su sucesor, el Ministro Oscar Ugarte.
El Perú es el único país del mundo que posterga la vacunación de los adultos mayores para la segunda fase del plan de vacunación, que es posible que empiece en junio o julio. En la fase 1, no solamente está el personal de salud como en los demás países, sino que la particularidad peruana es priorizar la vacunación de las personas vinculadas a la seguridad: policías, soldados, serenos y vigilantes.
Es verdad que la labor de seguridad es importante, pero la gran mayoría de estas personas no son de “primera línea”, porque no tienen permanente contacto con personas enfermas. Además, suelen tener buena salud, por lo que las posibilidades de desarrollar un cuadro grave de COVID19 no son tan grandes. De hecho, los militares fallecidos son menos de 300, un contraste abismal con más de 35,000 adultos mayores.
La opción de privilegiar la seguridad sobre las necesidades de salud es coherente con la visión del Estado peruano sobre la pandemia. El ex Presidente Vizcarra insistía que “estábamos en una guerra”, que venceríamos en base a “sacrificio y disciplina”. Muchas veces reconoció “la valiosa labor” de militares y policías que nos “cuidaban” y “protegían” al mantenernos recluidos e impedir salir a trabajar a quien no tenía recursos.
Muchas personas aceptaron esta perspectiva. En el Perú, no se salía a las 8pm a aplaudir a los médicos sino a los policías, quienes nos iban a ayudar a vencer “la guerra” de la que hablaban Vizcarra y Mazzetti.
Y en esta guerra, muchos policías y militares se comportaron como un ejército de ocupación, bloqueando con tanquetas avenidas y carreteras, deteniendo a miles de desdichados por la aberrante acción de no tener DNI o llegar tarde a su casa porque no había transporte. Los policías irrumpían en la casa de quien escuchaba música a alto volumen o de una familia que bebía cerveza y conducía a la comisaría a los “irresponsables que ponían en peligro a la sociedad”. Inclusive se pedía a los ciudadanos denunciar a los infractores, como si se tratara de avezados criminales. La muerte de 12 mujeres jóvenes en una discoteca al norte de Lima muestra la torpeza de las fuerzas de seguridad, cuyas acciones represivas en nada ayudaban a detener la pandemia.
Aunque Sagasti no ha invocado de forma similar a las fuerzas de seguridad, dejando a la responsabilidad de los ciudadanos cumplir muchas normas, continúa empleando a los uniformados para las disposiciones más absurdas como el cierre total de las playas. Y ha mantenido el plan de Mazzetti cuya prioridad es vacunar a quienes se encargan de la seguridad y a los miembros de mesa.
Esto último requiere una explicación para quienes no viven en el Perú: el 11 de abril tendremos elecciones presidenciales y, naturalmente, realizarlas en contexto de pandemia hace previsible un mayor grado de ausentismo. Como estímulo a los 240,000 miembros de mesa se les ha ofrecido la vacunación, pese a que no son una población especialmente vulnerable y tampoco van a realizar una actividad más arriesgada que conducir un taxi o atender al público en una bodega.
El mismo 11 de abril habrá elecciones en Chile y Ecuador y en ninguno de estos países se ha planteado vacunar a los miembros de mesa. Tampoco fueron vacunados para las elecciones que hubo hace unos días en Cataluña. Es verdad que algunos ciudadanos temen ser miembros de mesa, pero en buena medida este temor es consecuencia de los mensajes de Vizcarra que insistía que el único lugar seguro era la propia casa.
En el fondo, la postergación de la vacunación de los adultos mayores refleja el otro enfoque errado que se arrastra desde la época de Vizcarra: ver al adulto mayor como un ser sin derechos que puede ser indefinidamente recluido (protegido, supuestamente). El adulto mayor pareciera que estorba para la sociedad. Son varias las personas que me dicen que, como no producen y generan gastos, lo mejor para el Estado es que desaparezcan.
Como ha ocurrido en el resto del mundo, cuando se comience a vacunar a los adultos mayores disminuirán las muertes, las hospitalizaciones, la congestión en los hospitales y el colapso del sistema de salud. Una lástima que el Ministro Ugarte no lo entienda.
APORTES Y COMENTARIOS:
-Hace unos años se atribuyó a la Presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, un comentario sobre que los ancianos eran demasiados, vivían mucho y causaban muchos costos a la sociedad… ¿es eso lo que usted piensa doctor Ugarte? usted ya ha pasado los 75 años y sigue produciendo y sirviendo… ¿dejaría morir al doctor Uriel García porque tiene más de 90 años…? Él está trabajando, produciendo y ha aportado mucho al país… Los adultos mayores deben ser prioritarios en la vacunación. (Imelda Vega Centeno).
-Mamatoya cumplirá 100 años en octubre. Si funcionarios, servidores y tramposos la siguen atrasando, su cumpleaños llegará antes que la vacuna. Todos los días se me encoge el alma pensando en su salud y lo frágil de su posición en esta pandemia. Ella lo ha dado todo cuidando y queriendo a su familia y amistades. Ha visto surgir y caer gobiernos. Nació cuando no se tenían jefes, sino patrones y fue de las primeras mujeres en su entorno en estudiar y concluir la secundaria industrial. También fue pionera con un negocio de confección de ropa. La he visto trabajar y cuidar toda la vida. Ahora su vida está en manos de quienes tratan a las personas mayores como elementos desechables. Si nuestros adultos mayores no están en el primer grupo, no merecemos salvarnos, no lo merece nadie (María del Carmen Panizzo).
¨En el Perú no nos vacunan a los adultos mayores aunque no somos muchos si comparas con Argentina, pero ni por eso son capaces de destinar un porcentaje de las vacunas para nosotros. El caso es que, como los adultos mayores no producimos y supuestamente solo generamos gastos en salud y otros rubros, lo que quieren en el fondo es que seamos como los lemmings y nos tiremos todos al barranco». (María Victoria Cao, antropóloga argentina con muchos años viviendo en el Perú).
Hay que insistir en la imperiosa necesidad de vacunar primero a los adultos mayores. Además de tener el índice de mortalidad más alta, son los que hacen más hospitalizaciones. Si los vacunamos primero, se ocuparán menos plazas UCI y así se salvarán más vidas. (Eduardo Abusada, Plaza Tomada).
«NO VACUNAR, o demorar la aplicación, a los adultos mayores (cuando la práctica internacional es incluirlos en la fase 1), no sólo resulta ilógico, contraproducente y peligroso, sino que revela una posición de fondo: una valoración social negativa de un segmento poblacional al que se considera perdido («¿ya para qué?»; «No se van a salvar») y no económicamente productivo («gente lastre»). Ese tipo de pragmatismo pseudomercantilista es inaceptable por todas las razones invocables (Javier Monroy).
Los adultos mayores no son trabajadores de primera línea ni son indispensables para mantener el sistema productivo (para el Estado, más bien, parecen ser un problema). Sin embargo, representan el 70% de las muertes por COVID, y entre los mayores de 80 la letalidad es altísima. Sin ellos no estaríamos acá, pero no se les da prioridad en la vacunación, como se ha hecho en Chile, donde los primeros en vacunarse fueron los mayores de 90, al igual que en otros países. Aquí, en cambio, como van las cosas, sabe Dios cuándo les va a tocar.
Se trata de una población (cada vez más) pequeña y en riesgo. No son tantas las vacunas que se usarían y harían una gran diferencia. Si bien los médicos y enfermeras QUE ATIENDEN CASOS DE COVID son y deben ser prioridad, también es cierto que la gran mayoría de sus pacientes son adultos mayores. Con ellos inmunizados las UCI se liberan, y los médicos también. Es URGENTE que el gobierno reconsidere las fases de vacunación. Se lo debemos a nuestros mayores (Patricia Arévalo).
-Les importa medio cuete que mueran los viejos. Es más: económicamente conviene mucho. No producen, solo generan gasto, saturan la salud pública, se les paga jubilación, etc. Conviene mucho que se mueran todos. Esa es la pura verdad del pensamiento ultracapitalista, pero no pueden decirlo. Solo sus acciones lo evidencian (Eduardo Adrianzén).
LA FRASE W:
J: Como van las cosas, no tendremos nada que celebrar el 28 de julio.
W: Al menos celebraremos que estamos vivos, si llegamos.