En tiempos de bonanza no se plantea que los recursos no deberían terminar siendo despilfarrados. Los grandes retos y crisis como la Covid-19 tienden a abrir espacios de reflexión sobre cómo se gastan los recursos. Diversos documentos de trabajo de CEPAL (2014; 2001; etc.) señalan que los esfuerzos de diseño de políticas públicas hay que enfocarlos en establecer reglas de juego que agilicen el uso de los recursos evitando el aprovechamiento de entes inescrupulosos. Bajo este argumento quiero valorar el papel de la innovación para mejorar los procesos durante las crisis.
En esta reflexión es fundamental comprender que las reglas de juego laxas o sobre reguladas, así como escasa coordinación y liderazgo, son un riesgo para el uso indebido de recursos. Por ello la planificación de sistemas debe desarrollar “candados inteligentes”, es decir reglas de juego que funcionen rápido y cumplan su objetivo.
Transformar las organizaciones y la institucionalidad en contextos de crisis es un riesgo de los Estados contemporáneos, las ideas se deben diseñar e implementar, pero con controles de alto nivel para el uso de recursos públicos, es fundamental la voluntad política para asegurar estos procesos de transformación. Las decisiones necesitan apoyo político, coordinación estratégica, multidisciplinariedad, comunicación, tecnología, información, liderazgo, para que no queden en improvisaciones.
La transformación como propuesta base de la innovación requiere instalar una cultura nueva donde la tecnología y la información, en su conjunto, son la bandera de batalla de una innovación para mejorar o implementar intervenciones -en salud, seguridad social, beneficios sociales y educación-. Ejemplo de ello es el programa implementado en Honduras para proteger a las personas afectadas por la Covid-19, lo innovador está en la focalización usando un enfoque multidimensional y se notificará por medio de telefonía celular la cita para recoger el bono único. Vemos claro el valor que tiene la intervención de la información y la tecnología.
Ello es importante, al respecto el informe LEO 2020 elaborado en colaboración entre la CAF, OCDE, CEPAL evidenció que más de 45 millones de personas en la región América Latina y el Caribe es probable que caerán en pobreza, ello impulsará que los países se planteen nuevos modelos de desarrollo, donde herramientas como la innovación son claves para aportar a la gobernanza ubicando a los ciudadanos en el centro de las decisiones.
Es importante innovar porque los Estados tienen la costumbre de no ir acorde con las tendencias, la transformación digital es una tendencia impostergable, incluso en la región se espera que el 20% de los trabajos en muchos países se automaticen (CAF, 2020), para ello es fundamental digitalizar al recurso humano e incluir una cultura digital en nuestros procedimientos con el objetivo de lograr resultados óptimos.
El gasto público en innovación alienta la productividad, pero sobre todo mejora la inclusión. La propuesta del gasto estratégico para la innovación desarrollada por la OCDE (2017) requiere de compromisos políticos fuertes -actores comprometido, contar con la certeza de que el enfoque aportará a un solución eficiente y eficaz-; gestión estratégica -destaca el liderazgo, gestión del conocimiento, coordinación y uso de datos para la toma de decisiones-; desarrollo de capacidades para gestionar nuevos procesos organizacionales y nuevas formas de interrelacionarse con todos los niveles de gobierno -la uso permanente de las relaciones intergubernamentales es clave (OCDE, 2017).
En estos días, los gobiernos tienen la oportunidad de demostrar que pueden activar y/o desarrollar estas capacidades para que el entorno confíe en las políticas y colaboré en la implementación y evaluación. La gestión estatal necesita deshacerse de esa imagen de incapacidad para la solución de problemas, el primer paso es transformar su rol a facilitador de interacciones e impulsar colaboraciones entre diferentes actores, es decir el Estado debe convertirse en el agente de cambio que proponga estrategias diferentes. Pues es innegable que en las administraciones públicas hay gestores con experiencia, conocimiento y habilidades, los cuales son prerrequisitos para la innovación.