Enviada especial Bogotá
Cada cuatro años, una movilización multitudinaria invade las calles de Brasilia. Las integrantes de la Marcha de las Margaritas piden democracia, justicia, libertad e igualdad en una manifestación que reivindica el nombre y las luchas de Margarita Alves, sindicalista y defensora de los derechos humanos en Brasil, asesinada hace 33 años. Alessandra Lunas, secretaria de mujeres rurales de la Confederación Nacional de Trabajadores Agrícolas (CONTAG-Brasil) y coordinadora de la Marcha de las Margaritas, explica que el movimiento logró conseguir varios avances a favor de las mujeres durante los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Sin embargo, tras la destitución de la expresidenta y la designación de Michel Temer como presidente de Brasil, se vienen desvaneciendo.
P.- ¿Cuál ha sido el impacto de la Marcha de las Margaritas?
R.- La primera marcha nace en el año 2000, fue el resultado de las demandas de las mujeres rurales que decían que querían cambiar de vida, que no aceptaron la situación de pobreza y de hambre que vivía Brasil en ese momento. La primera marcha de las mujeres salió a las calles para pedir un Brasil sin hambre, sin pobreza y sin violencia sexista. Desde el 2000 hacia adelante, este proceso se multiplicó, la marcha acontece en el ámbito nacional más o menos cada cuatro años porque, en medio de ese periodo de tiempo, la marcha se organiza en ámbitos locales, a nivel de municipios.
Finalmente, cuando se llega a Brasilia es ya el resultado de una movilización que identificó demandas colectivas en todo el país. Entonces, lo que vemos luego es el resultado de una marcha que ya caminó por todo el país. Los puntos de reivindicaciones son muy importantes, a veces largos, muy extensos, por ejemplo la última marcha tenía más de 400 demandas, ese es el resultado de esta escucha en las mujeres de todo el país.
P.- ¿Qué situación viven las mujeres en Brasil y qué ha cambiado desde que comenzaron a tomar acciones?
R.- Hay varios avances. Por ejemplo, en el 2015 tuvimos muchos movimientos de mujeres de alrededor de 50 años, que decían que no sabían si podrían volver a sus casas, porque sus maridos les habían dicho que, si iban a la marcha, no volvieran a a ella. Ellas decidieron que no iban a seguir más en esa situación de sumisión.
Hoy, al hablar de la marcha en muchos de nuestros municipios, encontramos que muchas mujeres quieren participar y discutir sobre los problemas que viven. No hay otro espacio para hacerlo, no se hace en la escuela, nadie habla de eso. No se hace en la familia porque, muchas veces, viven en violencia; no tienen cómo encontrar otros caminos.
P.- ¿Qué políticas públicas consiguieron implementar?
R.- Cuando hicimos la primera marcha, Brasil no tenía ningún espacio de construcción de políticas para mujeres. Fue durante el Gobierno de derecha, liderado por Fernando Henrique Cardoso, que ni siquiera recibió a la reivindicación de las mujeres. En la segunda marcha, en 2003, Lula da Silva ya era presidente, ahí sí empezamos a tener logros. Conseguimos, por ejemplo, la creación de la Secretaría para Políticas de Mujeres en Brasil, con estatus de ministerio.
También se logró la creación del Ministerio de Desarrollo Agrario, y conseguimos que dentro del ministerio haya un espacio para mujeres rurales. Otra conquista fue que hoy más del 70% de los títulos de tierras de Brasil, estén a nombre de mujeres. Además, se creó el programa de documentación de mujeres rurales y el Plan Nacional de Agroecología de Brasil, que es un resultado conquistado por la Marcha de las Margaritas.
P.- ¿Cuáles son sus demandas actuales?
R.- En la marcha de 2015 nuestra reivindicación fue estar en las calles diciendo “no al golpe en Brasil”. Ahora, ya con el proceso del gobierno interino, y después de consumado el golpe en Brasil, nosotros hemos perdido todo lo que habíamos conquistado. No hay más Secretaría de Política para Mujeres en Brasil, no hay más Directorio para Políticas de Mujeres, no hay Ministerio de Desarrollo Agrario. Todo volvió a cero nuevamente.
Nuestra mirada estratégica en este momento es seguir en la lucha de resistencia por la situación que se vive. Las margaritas tienen una responsabilidad muy grande en ese proceso, deben seguir poniendo en la mesa y en las calles, las demandas de las mujeres. En Brasil hay una falta de respeto que afecta a todas las mujeres, incluso a Dilma Rousseff, no hubo ningún respeto por una presidenta de la República, entonces imagínate cómo será con las otras mujeres.
P.- Ya se consumó su destitución…
R.- Nosotros no consideramos a este Congreso como legítimo, porque es un Congreso golpista, tampoco es un gobierno legítimo. Lo ideal para Brasil sería convocar nuevas elecciones, destituir totalmente ese Parlamento y también al presidente. Ese es un desafío muy grande porque quien tendría que decidir convocar a elecciones es el propio Congreso golpista, es difícil hacer esto, a no ser que por un plebiscito nacional la gente decida. De todas formas, en 2018 tenemos elecciones en Brasil. Entonces, tenemos muchas luchas de ahora en adelante para construir un nuevo proceso y tener fuerza para que la izquierda, un Gobierno progresista, vuelva a gobernar Brasil.
P.- ¿En qué otros espacios quieren propagar el feminismo con la Marcha de las Margaritas?
R.- De esta experiencia de la Marcha de las Margaritas y del diálogo que tenemos hecho en el ámbito mundial, nos hacía falta una red, por eso creamos la Red de las Margaritas del Mundo, ese espacio es también para las causas comunes de las mujeres rurales en todos los continentes, y existe desde la última marcha.
Creo que esta es una lucha en la que estamos involucradas para garantizar que donde esté Alessandra o esté cualquiera de las compañeras, en cualquier lugar del mundo y en la discusiones también, sean en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), o en los espacios de decisión política; podamos hablar como mujeres rurales, tener nuestras reivindicaciones comunes y poder visibilizar lo que viven las mujeres, no solamente en América Latina, sino en todo el mundo.
P.- Cuatro de 10 mujeres brasileñas son agredidas. ¿Qué se está haciendo para reducir esta cifra?
R.- Los datos que se hallaron fueron resultado de las denuncias hechas a un teléfono que hay en Brasil, es una línea por donde se puede (tanto del campo como en la ciudad) realizar la denuncia. Los datos de las denuncias en estos espacios revelan que, solamente comparando el primer semestre de 2015, al primer semestre del 2016, hubo un aumento de más del 170% de registro de denuncias.
Creo que los instrumentos que habían sido creados para enfrentar la violencia contra mujeres, hoy pasan porque las mujeres sepan por lo menos dónde hacer la denuncia. El problema es que la violencia existe, pero ellas no tenían mecanismos para visibilizarla.
P.- ¿Qué relación existe entre el feminismo y la agroecología?
R.- En Brasil hemos discutido muy profundamente lo que para nosotros es la idea de agroecología, y llegamos a la conclusión de que es la libertad de los agricultores para garantizar sus propias semillas, y de tener la decisión soberana sobre lo que quieren comer, además la importancia de alimentos sanos. Pero, por detrás del concepto de agroecología, hay un modo de vida, una concepción de lo que queremos, no solo para los agricultores, sino también para todas las personas. Por ejemplo, el derecho a una alimentación saludable. Nosotros decimos que no hay agroecología sin feminismo porque esta mirada que tenemos nosotras, como feministas, dice que las mujeres también deben tener libertad sobre su propiedad y para producir lo que quieran y como quieran.
P.- ¿Esa autonomía evitaría situaciones de violencia que se ocasionan por la dependencia económica?
R.- Es necesario que las mujeres tengan poder en la toma de decisiones. Las mujeres quieren ser parte, en condiciones igualitarias con los hombres, en temas como la titulación conjunta de la tierra. Para algunos podría parecer que esas mujeres solo quieren aparecer y ya, pero es mucho más que eso porque el garantizar que su nombre esté en el documento de la propiedad, le da el mismo derecho que a su compañero, eso es autonomía.
Muchas mujeres nos cuentan que cuando recibieron el título, le dijeron a sus compañeros que no van a aceptar que las boten de la casa. Ellas ya no aceptan la violencia. Más allá de la autonomía, para ellas se trata de garantizar condiciones para exigir sus derechos. Las políticas públicas tienen que inducir a eso.
P.- Más del 50% de la población en situación de pobreza en Brasil se encuentra ubicada en el campo. ¿Han tenido posibilidades de desarrollo económico?
R.- Si lo miramos desde la situación de la gente que vive en el campo, se debe reconocer el rol que cumplen estas personas para que las políticas públicas los apoyen y efectivamente puedan producir. Si hoy, con toda la falta de condiciones que tenemos, producimos más del 70% de los alimentos que van a la mesa de los brasileños, ¡imagínate si las políticas efectivamente llegasen para apoyar a estas familias!
P.- Existen prejuicios con respecto a la sexualidad y los cuerpos de las mujeres brasileñas, ¿qué consecuencias ha traído esto?
R.- Esto es una pelea histórica en Brasil porque para el mundo, muchas veces, se vende una imagen de que es el país del carnaval, del futbol y de las mujeres bonitas, las llamadas mulatas. Entonces hay una imagen de país que mira a las brasileñas como solamente un objeto de placer o de mercantilización de sus cuerpos. Esta ha sido una pelea no solo de las mujeres del campo, sino de todas.
Hoy, por ejemplo, enfrentamos una situación de tráfico de mujeres, trata de personas, eso pasa con mujeres del campo y mujeres rurales. Ese es un desafío muy grande que se debería fiscalizar, en especial en las zonas de frontera como América Latina, esas son zonas libres en estos procesos.